Del cíclope al ciclo

Si no has leído La Odisea, de Homero, seguramente has tenido la oportunidad de acercarte a esta interesante obra de la literatura universal a través de alguna historieta, animado o película, de modo que la historia de UliseDel-idiomas u Odiseo, alejado de Ítaca, su tierra natal, por una venganza de los dioses, no debe resultarte del todo ajena.
Una de los personajes más conocidos de esta epopeya es Polifemo, el gigantesco cíclope, que apresó a Ulises y sus compañeros para devorarlos sin piedad. Para huir, tuvieron que cegarlo, clavando en su único ojo, una enorme estaca; entonces pudieron ocultarse bajo las ovejas y escapar, cuando estas salieron a pastar.
La palabra cíclope es un término compuesto, que procede del latín ciclops, y este, a su vez, del griego kyclos, “círculo”, más óops, “ojo”. En la mitología griecolatina, los cíclopes eran criaturas de estatura y fuerza descomunales cuyo nombre se debe al único ojo, grande y redondo, que llevaban en medio de la frente, con el cual lograban una visión panorámica.
Lo curioso en materia de idiomas —para que veas qué curiosas resultan las asociaciones lingüísticas— es que de ciclops también se derivan ciclo, cíclico y además ciclón, en clara alusión a los remolinos del huracán y a su ojo o centro. De igual forma, integran esta curiosa familia ciclismo, ciclista y bicicleta —esta última compuesta por el elemento compositivo bi- más ciclo, “círculo”.
Ahora y no solo entre nosotros, pues se usa también en Colombia, por ejemplo, ha aparecido el término bicitaxi —acrónimo (vocablo formado con las iniciales o elementos de dos o más palabras), de bicicleta y taxi (acortamiento de taxímetro)—. Sin embargo, el término bicitaxi no está muy bien formando, pues los vehículos empleados para esta función no son en realidad bicicletas, sino triciclos, pues tienen tres ruedas. Se ha propuesto que se les llame ciclotaxis, voz mucho mejor conformada; pero ¿prenderá esta propuesta o se mantendrá bicitaxi, vocablo ya extendido en el uso?
Así son las cosas del idioma: recuerdo que cuando apareció el concepto de medio ambiente fue también muy criticado, porque medio y ambiente son sinónimos y la palabra resulta redundante; pero se quedó. ¡Ah! Y debes escribirla así: medioambiente.
Así ves, que desde tiempos antiguos las palabras llegan, se mantienen o cambian; pero enriquecen nuestra lengua.

Las palabras y sus motivos

No sé si se le ha ocurrido pensar por qué damos ese nombre y no otro a un objeto o fenómeno determinado. Sin embargo, resulta un tema interesante. En la formación de las diferentes palabras ocurren procesos curiosos; a veces una metáfora, a veces la asociación con un nombre, a veces…
Por ejemplo, la palabra alumno, que es de origen latino y surgió alrededor de 1605, significa “persona criada por otra” y se deriva de alere que, a su vez, signica “alimentar”, en clara referencia al alimento espiritual que recibe el intelecto humano en el proceso de enseñanza-aprendizaje: toda una metáfora, es decir, la traslación del sentido de la palabra alimento, bien concreta, al plano de la espiritualidad.
De igual modo, el término soldado procede propiamente de sueldo, del latín sôlîdus, “moneda”, y va unido a los primeros intentos de institucionalización de los ejércitos; posteriormente, en la Edad Media la palabra, sueldo, pasó a significar “paga del soldado o soldada” y más adelante, “salario” en general, como lo entendemos hoy.
Otro término de origen curioso es mayonesa. Resulta que una de las primeras victorias del ejército francés contra los ingleses, durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763), fue la conquista de la isla de Menorca, en las Baleares. Por entonces, esta isla —hoy parte de una comunidad autónoma española, junto a Mallorca, Ibiza y otras— estaba en manos de Inglaterra desde 1708, cuando los británicos se la habían arrebatado a los españoles. Pues bien, durante esa guerra, el 17 de abril de 1756, en la isla de Menorca, los vigías ingleses detectaron en la lejanía, hacia los confines del horizonte, la presencia 197 velas: era la flota francesa, con su buque insignia, el Foudroyant, donde se hallaba el cardenal y político francés Louis François Armand Vignerot du Plessis, duque de Richelieu (1696-1788), comandante de las fuerzas de desembarco. Una vez conquistada la isla, el cardenal de Richelieu gustó en Maó o Mahón, la capital de Menorca, una salsa que los nativos usaban para sazonar el pescado, y que se hacía con aceite de oliva y yemas de huevo batidas. Encantado con el exquisito sabor de aquella salsa, la llevó a París, donde se puso de moda como sauce mahonnaise, “salsa de Mahón”. Pronto fue afamada en el mundo entero y en los países hispanohablantes se le conoce como salsa mayonesa o mahonesa. Curioso ¿verdad?
De igual forma, tú conoces otras palabras que proceden de nombres propios como palestra, mentor, narcisismo, hermetismo, pírrico, agramontino…
Así ves que las palabras de nuestro idioma tienen no solo orígenes diversos, sino que además responden a asociaciones curiosas que les sirvieron de motivo.